viernes, 28 de septiembre de 2018

Las almendreras de los ribazos / The almon tree from the edges


Los almendros (Prunus dulcis) son una especie originaria de Asia Central que forma parte de los agrosistemas extensivos de secano de nuestras latitudes desde hace más de mil años. Cuando se buscaba optimizar el aprovechamiento del terreno de cultivo, plantar algunos almendros en el borde del campo de cereal era una buena alternativa, ya que se obtenía una cosecha añadida sin merma en el cultivo principal, al no robar apenas agua o sol al trigo o la cebada. Además, esa pequeña sombra, que no molestaba al cereal, era muy necesaria cuando el agricultor tenía que protegerse del implacable sol del verano.

Almendros bordeando un camino, imagen cada día menos frecuente.
En las últimas décadas esto ha cambiado. Por una parte, se ha incrementado el tamaño de las parcelas, con la consiguiente pérdida de ribazos, uno de estos árboles es sólo una “molestia” para maniobras con maquinaria cada vez más grande y su sombra ya no es necesaria, puesto que todos los tractores tienen, como es lógico, su aire acondicionado. Así, poco a poco se han ido perdiendo estos elementos que llevaban tantos siglos con nosotros.

Los almendros en flor son un auténtico expectáculo.

Aun quedan  ribazos con almendros jóvenes
Jóvenes almendros plantados en la zona media de Navarra con niños

Almendros de gran porte pero abandonados y parasitados por Muérdago

Almendreras abandonadas en Arguedas
Además de beneficiarnos a los humanos, numerosas especies de fauna encontraban en los almendros un punto donde nidificar, como por ejemplo los Mochuelos / Litte owl (Athene noctua) o las Carracas / European roller (Coracias garrulus), especies ambas que han visto mermadas sus poblaciones durante las últimas décadas.

Pollo de Mochuelo nacido en el hueco de una almendrera rajada en Sangarrén


Joven Carraca nacida en una almendrera rajada en Peralta
 
La misma Carraca en una almendrera de la misma hilera
La semana pasada, como cada mes de septiembre, me acerqué con mis hijos a recoger algunas almendras de unos árboles abandonados que podé hace varios años y que desde entonces proporcionaban las almendras para el año a mi familia y a todas las personas que pasaban por la zona. Esta actividad no tiene ni mucho menos un carácter lucrativo, ya que los 5 o 6 kilos que solemos coger no tienen valor ninguno, pero es una especie de liturgia que me gusta mantener. Pues bien, cuando nos acercamos al lugar nos llevamos la desagradable sorpresa de que las almendreras ya no estaban. El propietario de la finca contigua las había cortado para ganar unos metros de cultivo. Probablemente estaría en su derecho, tal vez hasta fuesen sullos y probablemente será lógico hacerlo desde el punto de vista agronómico, pero esta semana no he podido repetir esta foto que hice hace 4 años, y los mochuelos y las carracas tampoco repetirán.

Mis hijos cogiendo almendras en Septiembre de 2014



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