Los
almendros (Prunus dulcis) son una
especie originaria de Asia Central que forma parte de los agrosistemas
extensivos de secano de nuestras latitudes desde hace más de mil años. Cuando se
buscaba optimizar el aprovechamiento del terreno de cultivo, plantar algunos
almendros en el borde del campo de cereal era una buena alternativa, ya que se
obtenía una cosecha añadida sin merma en el cultivo principal, al no robar
apenas agua o sol al trigo o la cebada. Además, esa pequeña sombra, que no
molestaba al cereal, era muy necesaria cuando el agricultor tenía que
protegerse del implacable sol del verano.
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Almendros bordeando un camino, imagen cada día menos frecuente. |
En
las últimas décadas esto ha cambiado. Por una parte, se ha incrementado el
tamaño de las parcelas, con la consiguiente pérdida de ribazos, uno de estos
árboles es sólo una “molestia” para maniobras con maquinaria cada vez más
grande y su sombra ya no es necesaria, puesto que todos los tractores tienen,
como es lógico, su aire acondicionado. Así, poco a poco se han ido perdiendo
estos elementos que llevaban tantos siglos con nosotros.
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Los almendros en flor son un auténtico expectáculo. |
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Aun quedan ribazos con almendros jóvenes |
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Jóvenes almendros plantados en la zona media de Navarra con niños |
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Almendros de gran porte pero abandonados y parasitados por Muérdago |
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Almendreras abandonadas en Arguedas |
Además
de beneficiarnos a los humanos, numerosas especies de fauna encontraban en los
almendros un punto donde nidificar, como por ejemplo los Mochuelos / Litte owl
(Athene noctua) o las Carracas /
European roller (Coracias garrulus),
especies ambas que han visto mermadas sus poblaciones durante las últimas
décadas.
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Pollo de Mochuelo nacido en el hueco de una almendrera rajada en Sangarrén |
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Joven Carraca nacida en una almendrera rajada en Peralta |
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La misma Carraca en una almendrera de la misma hilera |
La
semana pasada, como cada mes de septiembre, me acerqué con mis hijos a recoger
algunas almendras de unos árboles abandonados que podé hace varios años y que
desde entonces proporcionaban las almendras para el año a mi familia y a todas
las personas que pasaban por la zona. Esta actividad no tiene ni mucho menos un
carácter lucrativo, ya que los 5 o 6 kilos que solemos coger no tienen valor
ninguno, pero es una especie de liturgia que me gusta mantener. Pues bien,
cuando nos acercamos al lugar nos llevamos la desagradable sorpresa de que las
almendreras ya no estaban. El propietario de la finca contigua las había
cortado para ganar unos metros de cultivo. Probablemente estaría en su derecho,
tal vez hasta fuesen sullos y probablemente será lógico hacerlo desde el punto
de vista agronómico, pero esta semana no he podido repetir esta foto que hice
hace 4 años, y los mochuelos y las carracas tampoco repetirán.
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Mis hijos cogiendo almendras en Septiembre de 2014 |
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